Opinión

Las trampas de la fe

Más que el reparto de posiciones en el gabinete municipal y los criterios para seleccionar a los próximos funcionarios,

lo que está ocurriendo en Hermosillo tiene que ver con la sorpresa de haberse encontrado de manos a boca con un triunfo inesperado, y con el descubrimiento de la incompatibilidad de agendas entre las fuerzas que integraron la coalición que encabezó Morena.

Lo que la coyuntura electoral unió, el ejercicio de gobierno podría divorciar, como ya se está viendo incluso antes de levantar la mano para rendir protesta. Lo importante, decía la siempre vigente Mafalda, no es romper las estructuras, sino saber qué hacer con los pedazos. Y eso parece estar ocurriendo en Hermosillo y, en menor medida, en Cajeme y Guaymas, pero podría extenderse a otros municipios y al propio Congreso del Estado.

El comportamiento electoral en Hermosillo fue más que atípico. Hizo volar en pedazos una tendencia de casi 50 años de alternancia de dos (PRI-PAN), y una participación de la izquierda siempre en el umbral de la marginalidad, lejos, muy lejos de la verdadera disputa por el triunfo en las urnas.

No hay que olvidar que apenas hace tres años, el candidato de Morena a la alcaldía, Jacobo Mendoza apenas rebasó los 5 mil votos, y la candidata del PRD, Lorenia Valles obtuvo unos seis mil. Hoy, el primero es dirigente estatal (formal) de Morena, y la segunda, como candidata a diputada federal triunfó con más de 70 mil votos, propinándoles una paliza a los candidatos del PRI y el PAN, David Palafox y Luis Serrato, respectivamente.

Esa historia se repitió, con matices, en los seis distritos locales y los dos federales con sede en Hermosillo.

Pero eso ya pasó. La fiesta celebratoria por el triunfo desató la euforia y el choque de las copas por todo lo alto hizo que algunas se rompieran y, ya en la resaca, comenzaron a surgir los asegunes.

La alcaldesa electa, Célida López Cárdenas lanzó una iniciativa novedosa para determinar, a partir de ternas propuestas por representantes de la sociedad civil, a las personas que habrán de ocupar algunos de los cargos más importantes de su administración: comisario de seguridad pública, contralor, Oficial Mayor, Tesorero y director de Obras Públicas.

Pero el comité de selección no le llenó el ojo a varios morenistas, que consideran que dicho comité está plagado de priistas, panistas, padrecistas y uno que otro integrante de la minoría rapaz que desde siempre ha medrado del poder público y se ha enriquecido a expensas del tráfico de influencias y una muy larga inercia de “participación ciudadana” llena de simulaciones.

Pese a que en el comité aparecen algunos nombres de activistas sociales y académicos universitarios, no les parece suficiente y han emprendido una campaña en redes sociales impugnando no sólo al comité, sino a la propia alcaldesa electa, a quien advierten que no permitirán la reedición de viejas formas y la incorporación de personajes ligados con el PRI, el PAN, el PRD y la minoría rapaz de empresarios locales ya muy vistos y que están lejos, muy lejos de ser santos de la devoción de esos activistas de izquierda que hoy blanden sus armas.

Al respecto hay que puntualizar al menos un par de cosas: el desgarre de vestiduras contra el panismo-padrecismo que eventualmente podría tomar por asalto el palacio municipal, dejando a los activistas de la izquierda morena en uno que otro puesto menor como cargadores de maletines, choferes o troles, llega tarde.

Nada dijeron cuando el jefe de jefes decidió que Célida López sería la candidata, aunque nadie ignoraba su procedencia. El argumento más convincente que le escuché a un viejo militante de la izquierda histórica en Hermosillo, para promover el voto a favor de la ex panista, fue que “cualquier cosa es mejor que el Pato”. Punto.

El argumento tan socorrido durante la campaña, en el sentido de que Morena, además de un partido es un movimiento amplio, plural e incluyente donde son bienvenidos todos los que coincidan en la divisa de acabar con la mafia del poder, comienza a sonar un poco hueco, especialmente entre uno que otro ilusionado con la idea de que Hermosillo sería un nuevo “Caracol” zapatista, un Municipio Autónomo Rebelde o cosa parecida.

Especialmente si se considera que el Ayuntamiento manejará el año que entra un presupuesto cercano a los tres mil millones de pesos (¡tres mil millones de pesos!) sobre el que ya muchos se están relamiendo los bigotes y no necesariamente para invertirlos en una fábrica de camisetas estampadas con la imagen del Ché Guevara.

Esto, desde luego, es una hipérbole, pero sirve para ilustrar el choque de trenes que se avecina, especialmente entre la gente que desde la izquierda le reclama ahora a Célida López que los hermosillenses no votaron por ella, sino por Morena, aunque en descargo, la alcaldesa electa también podría responderle que los hermosillenses tampoco votaron por ellos, y siendo fríos, ambos tendrán razón.

Lo que resulta obvio es que hay, en la clase política emergente en Sonora, y señaladamente en Hermosillo, concepciones distintas sobre la lucha político-electoral y sobre el ejercicio de gobierno, que ya se están discutiendo con fiereza entre ellos.

Un par de meses antes de la elección, escribí en esta columna, que ese debate estaría presente una vez que se ganaran algunos espacios de poder. Admito que me quedé, como incluso se quedaron los propios morenistas, corto en cuanto a los espacios conquistados. Pero eso no descalifica la previsión: las agendas de los coaligados serán quizá la parte más importante del debate que viene, y ya se comienza a ver.

Ayer mismo, el sempiterno dirigente moral (eufemismos aparte) del PT, Jaime Moreno Berry denunció “actitudes abusivas” de parte de los dirigentes de Morena, y que a partir del 16 de septiembre “levantará sus canicas” y que en algunas cosas irán “juntos, pero no revueltos”.

El viernes pasado hubo una asamblea de Morena, en la sede estatal de ese partido, para discutir el tema del comité seleccionador propuesto por Célida López. Fue una escandalera, a juzgar por lo poco que se pudo apreciar en una transmisión por Facebook, del colega y amigo Cayetano Lucero.

Interrumpida, por cierto, de un certero manotazo propinado por un tipo al que se le conoce como Gerry Valenzuela, gente de izquierda, comunista si los hay, activista de mil batallas. Es más, creo que en toda la historia de la izquierda sonorense, no hay alguien que en la lucha de clases, se haya acabado más teclados que él, posteando en feisbuk.

Pues el señor ya puede sumar una muesca más en la cacha de su revólver, al agredir y evitar que el Cayetano (un agente de la burguesía y su Estado, minoría rapaz depredadora del presupuesto y parte de la mafia del poder), documentara lo que sucedía en esa asamblea. Y eso que el Cayetano votó 5 de 5 por Morena. Pero bueno, es parte de lo que se está viendo, y de la agenda que tendrán que desahogar los interesados.

Incluyendo ese debate sobre el nombramiento de Manuel Bartlett como director de la CFE y la reculadita tímida de la izquierda que radicalmente se negaba a reconocer que los cocodrilos vuelan, pero una vez que Andrés Manuel dijo que sí volaban, no les quedó más remedio que admitir que sí, que sí vuelan, “pero bajito, nomás”.

Y con esto nos reincorporamos a la columneada diaria, regresando de unas vacaciones en un maravilloso crucero, que nos sirvieron para recargar pilas, aunque no las suficientes para abordar todos los temas, aunque iremos abordándolos poco a poco en esta semana que comienza. Salud.

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Arturo Soto Munguía

Arturo Soto Munguía

El Zancudo... No mata, pero hace roncha