Opinión

Habemus presupuesto

Juego de espejos, teatro de lo absurdo; suma de conveniencias, rescate de dignidades dudosas.

Vapuleadas de a mentiritas; gritos y sombrerazos para aderezar el juego de la política en el Congreso del Estado, donde los acuerdos fundamentales estaban ‘planchados’ desde hace días y acordados también los mecanismos de aritmética política.

Todo para que la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos del estado, así como los respectivos de los municipios, pasaran, como de cualquier forma iban a pasar, ya que al tratarse de leyes, su aprobación requiere sólo el 50 por ciento más uno de los votos, y esos los tiene asegurados el PRI con sus aliados.

Solamente tratándose de reformas constitucionales se requiere la mayoría calificada, es decir, las dos terceras partes de los diputados, pero este no es el caso.

La fracción parlamentaria del tricolor requería 17 votos para hacer pasar la propuesta del Ejecutivo y esos los completa con los dos del PANAL (el PRI tiene 15 diputados). A esos 17 se sumaron dos votos del PAN (los de Carolina Lara y Manuel Villegas); Juan José Lam, del PRD se abstuvo, lo que en la práctica cuenta como voto a favor; José Ángel Rochín López, de Morena, no asistió a la sesión, con lo cual se ahorró la gritería de acarreados de todos colores en las gradas y quizá una nueva reprimenda del jefe de su partido en Sonora, Alfonso Durazo Montaño, con quien ya tuvo un desencuentro el año pasado por estas fechas, que le andaba costando su permanencia en el partido de López Obrador.

Para cerrar la pinza, tampoco asistieron a esta sesión las panistas Sandra Hernández , Célida López, Angélica Payán y Lissete López, con lo cual el PAN, que tiene 13 diputados (en realidad nueve, descontando las llamadas ‘cuatro llantas ponchadas’), hizo de su voto en contra una acción meramente testimonial, que le da margen para aparecer como ‘oposición responsable’, aunque la votación y la ausencia de algunos dejó en el ambiente legislativo un ligero tufillo a concertacesión. Y a división.

Su condición de minoría, reducida aún más con la ausencia de cuatro diputadas y sin el voto de dos más, dejó a la bancada del PAN noqueada sobre piernas. Con la única opción de votar contra todo lo que pudieron, apelando al mandato ciudadano, a la defensa del interés social y otros cadáveres que ellos mismos se encargaron de enterrar durante los pasados seis años.

Con su jefe de jefes en la cárcel, con otros personeros del padrecismo igualmente prisioneros; con muchos más huyendo por el mundo, prófugos de la ley, con otros tantos acogidos a un fuero que tiene fecha de caducidad, pero sobre todo, con un pasado reciente que los condena como enemigos del bien común, los panistas llegaron a la discusión del presupuesto virtualmente esposados.

Y divididos. Fragmentados. Con ausencias inexplicables, salvo que esa explicación se busque en algunas colas largas qué pisar; algunos expedientes abiertos o ciertas consideraciones a la hora de los procesos judiciales en ciernes.

Esa es la verdadera herencia que Guillermo Padrés le dejó al PAN en Sonora. Le mató su aspiración de gobierno, le castró su vocación opositora, le amordazó la voz para el reclamo, porque difícilmente pueden reclamar algo sin que les recuerden lo que hicieron el sexenio pasado.

Al término de la sesión, el dirigente estatal del PAN, David Galván Cázares ofreció una rueda de prensa acompañado de los diputados de su partido en la que elogió su posición en contra de la propuesta gubernamental, si bien esa posición es un tanto confusa, pues mientras los regidores del PAN en el cabildo hermosillense aprobaron la propuesta del alcalde Maloro Acosta en el tema del alumbrado público, los diputados la votaron en contra, lo que habla de, por lo menos, falta de coordinación entre los panistas.

Allí mismo Galván Cázares adelantó que la diputada Carolina Lara será llamada a cuentas por su voto a favor de la propuesta oficial, aunque la joven y experimentada legisladora ya está curada de espantos después de superar el proceso de expulsión al que fue sometida desde el año pasado por los mismos motivos. De hecho, a Lara Moreno no parece quitarle el sueño las amenazas y desprecios de sus correligionarios. A Manuel Villegas menos, pues siendo diputado del PAN, no milita en ese partido, de manera que no hay nada que puedan hacer en su contra, salvo las caras chuecas que le prodigan sus ex colegas de bancada.

Lo que sí resultó extraña fue la ausencia de Célida López, cuyo voto en contra, ciertamente no hubiera cambiado las cosas, pero al menos le hubiera puesto sabor al caldo con una de sus encendidas arengas desde tribuna, que quizá hubiera hecho menos dolorosa la felpa que les propinó la priista Flor Ayala Robles Linares, que se dio vuelo señalando a los panistas como incongruentes al votar contra un presupuesto que privilegia la atención en áreas que el anterior gobierno dejó prácticamente desmanteladas y en la ruina.

Dijo que los panistas piensan que los sonorenses no tenemos memoria, cuando votan contra el incremento en las tarifas de agua en Hermosillo, por concepto de la operación de la planta tratadora de aguas residuales, cuando ese incremento se aprobó desde la administración panista de Javier Gándara Magaña, y tanto él como su sucesor, Alejandro López Caballero estuvieron ‘pateando el bote’ para dejarle la responsabilidad del incremento a la actual administración municipal.

Del diputado de Movimiento Ciudadano, Carlos León, se entiende su oposición al incremento tarifario, rechazado en cabildo por los regidores de su partido, lo mismo que en el tema del alumbrado público, aunque en este último no queda claro cómo es que lo rechazan aquí, pero lo validan en Guadalajara, donde gobierna un alcalde de su partido.

Y en ese juego de espejos donde se confunden las apariencias con las simulaciones, donde se negocian oposiciones a la carta por salidas decorosas, conmueven los sentimientos de ciudadanos verdaderamente comprometidos con sus causas, gente que sacrifica sus agendas personales para hacer acto de presencia, convocar a movilizaciones, encabezar protestas (ciertamente famélicas, pero indudablemente comprometidas); activistas ajenos a las negociaciones cupulares, que después de episodios como este, terminan como Francisco Salcido.

El señor, uno de los más activos luchadores contra el incremento a las tarifas de agua y la concesión del mantenimiento en el servicio de alumbrado público abandonó el recinto parlamentario, después de la votación. Se recargó en una barda al lado de las escaleras del Congreso y rompió en llanto como un niño. Llanto de rabia, de impotencia, de no sé cuántas cosas, pues realmente pensaba que esta vez, como sucedió cuando participó en el movimiento de los ‘Malnacidos’, que lograron echar abajo el cobro de la tenencia vehicular hace tres años, sus banderas volverían a ser izadas por todo lo alto.

Son casos y contextos políticos diferentes. Hoy, por las causas que gusten y manden, sus demandas no prendieron en la población; su convocatoria no tuvo eco, su movimiento, desarticulado y sin rumbo, sin liderazgos claros y sin bases sociales consistentes, no alcanzó a crecer.

Y difícilmente podría hacerlo a la sombra de una oposición como la del PAN, cuyo pasado reciente como gobierno es origen de gran parte de los problemas que hoy se están viviendo. Una oposición, hay que decirlo, sin la voz completa, apesadumbrada por sus propios dramas judiciales y con más necesidad de negociar indulgencias que de levantar movimientos sociales contra las políticas gubernamentales, lo que a la postre podría acarrearles -a los padrecistas-, más perjuicios que beneficios.

Se supone que las democracias, para que funcionen bien, requieren de una oposición fuerte. No es el caso en Sonora. La oposición de izquierda prácticamente no existe, porque la derecha la cooptó. Y la derecha, representada por el PAN se encuentra más ocupada lamiendo sus heridas, huyendo hasta que el destino la alcance; debatiendo sus asuntos internos a puñaladas en callejón oscuro.

Eso no es bueno. Pero también es una herencia de Padrés, que los padrecistas administran hoy con tal maestría, como la que mostraron en el tema del presupuesto. Mala cosa, sobre todo para los panistas, porque los padrecistas como sea, al seguir acaballando el partido, garantizan su supervivencia en la nómina, por lo menos unos cuantos años más.

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Arturo Soto Munguía

Arturo Soto Munguía

El Zancudo... No mata, pero hace roncha