Opinión

A Anaya le brota la soberbia, ¡nada más!

En una ocasión que visitó Hermosillo le noté esa vena soberbia que pocos reconocen, desde su manera en acercarse con un servidor y colegas periodistas me percaté de la clase de político que era.

Esos detalles que destiló Ricardo Anaya aquella tarde en las instalaciones del PAN Estatal, me bastó para hacerme una idea de lo que podía venir. También en aquel momento lo platiqué con un puñado de colegas. Al tipo sin duda le camina el hámster, tiene ciertas habilidades que pocos políticos muestran tan abiertamente en una charla de 20 minutos. Algunos coincidimos que su futuro en Acción Nacional podría ser brillante. Más allá de su talento indiscutible, por la falta de cuadros de pesados al interior del Partido.

Otro gesto que le detecté y desde entonces lo he mencionado, es la soberbia que salpicaba en cada frase bien estructurada que lanzaba a aquella quinta de reporteros que lo escuchábamos mientras aguantábamos el calorcito en las afueras del PAN solo por el maldito vicio de cigarro.

No podía pasar desapercibido, sus aires de grandeza y los destellos que lanzaba su mirada desvestía las ansias de poder que se apoderaban de él. Desde entonces le noté esa inmadurez que ahora con su “destape” le vino a confirmar.

Anaya lo tenía todo, inteligencia, “amistades”, futuro, juventud pues, que a final del día será su talón de Aquiles. Se los firmo.
Le ganó la soberbia, la juventud mal encausada, las ansias de poder, esa que regularmente se antepone a la sapiencia y a la madurez política política. A Ricardo se le cocieron las habas, y en ese camino espinoso seguramente se le clavarán algunas mortales.

La mesa estaba servida para que en siete años más, Anaya fuera un candidato de verdad, sólido, con una carrera mucho más longeva y repleta de conocimiento. Desde la Presidencia de su Partido le hubiera sido más fácil la senaduría, y desde ahí tejer fino, y no como lo hizo desde su estatus de líder albiazul, un teje y maneje que dejó a su paso escombro, dudas, doble discurso y vasta desconfianza.

Ricardo desaprovechó la dicha de ser Presidente de México en un futuro, podría lograrlo, sus dotes ya descritos necesitaban tiempo para cuajar, a sus 38 años le faltó bagaje, y digo le faltó porque su registro como precandidato hizo añicos esa posibilidad que se antojaba dentro de siete abriles.

Ni el frente por México evitará su derrota, y aunque en su soberbia está claro que le alcanza para ganar, la estructura del PRI y la popularidad que arrasa de Andrés Manuel López Obrador le clavarán la estaca en su ataúd político. Anaya no tiene los espolones suficientes para pelearles a estos dos, es más, creo firmemente que el tercer lugar sería un súper premio para el queretano.

No cabe duda que el enriquecimiento familiar del que se le acusó, y de la residencia en Atlanta Georgia en los Estados Unidos, fueron golpes certeros, que al final del día le atizarán sobremanera a Anaya. Sin contar con el tsunami que dejó en su Partido, inconformidad que desoló la esperanza de muchos, y la deserción de otros.

El daño colateral para Sonora...

Por si fuera poco, la renuncia de Ricardo Anaya deja como Presidente a Damián Zepeda, que ya de por sí manda en la entidad con base a soberbia y altanería, su poder como máximo jerarca “Azul”, le permitirá manejar los hilos del Partido a su antojo, sin mano izquierda, sin inteligencia y esos pequeños grandes detalles, pueden llevar a la tumba política a Acción Nacional. Al tiempo...

Listo...Dios los bendiga, cuide y proteja...
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